lunes, 28 de noviembre de 2016

Apoyo a Fundación Pequeños Hermanos México

Apoyo a Fundación Pequeños Hermanos México

La fundación Pequeños Hermanos México, nos visitarán en el Colegio el día 29 de noviembre y tendrán a la venta algunos de los artículos que generan y con los cuales se mantienen.

Si Usted gusta apoyar a esta fundación, puede hacer su compra a través de su hijo.



jueves, 3 de noviembre de 2016

Tae Kwon Do

Tae Kwon Do


Es un gusto para el Colegio compartirles que el domingo 30 de octubre se llevó a cabo la competencia nacional de Tae Kwon Do   organizada por el Instituto Mexicano de Tae Kwon do, este evento fue realizado en las instalaciones del Comité Olímpico  Mexicano y  nuestros alumnos  de este taller obtuvieron excelentes resultados!

José Pablo Moncayo: Apóstol del nacionalismo

José Pablo Moncayo: Apóstol del nacionalismo
Prof. Antares Iván Gómez Soto



El surgimiento y consolidación de una nación
    Al igual que una persona que se enorgullece de “ser quien es”, y lo expresa a través de su forma de hablar, vestir y pensar; así, cada pueblo y nación se valen de ciertos símbolos para expresar el orgullo de su raza. Pero, quizá pensemos que no estamos muy relacionados con este término. Lejos de formalismos académicos, veremos que hemos convivido con esto desde muy pequeños, es parte de nosotros, de nuestra historia.
Si buscamos una definición directa y resumida del nacionalismo mexicano, encontraremos quizá esto, de primera mano: “El nacionalismo mexicano es el movimiento social, político e ideológico que conformó desde el siglo XIX lo que se considera identidad nacional de México.”
Sin embargo, este es un largo caminar que perdura hasta nuestros días, y que tuvo su origen durante la misma época colonial. Ya desde aquellos tiempos (estamos hablando de la segunda mitad del siglo XVIII), en la Nueva España surgían ideales de unidad. Quizá ya cansados de las divisiones que, lejos de ayudar, los habían enemistada a unos de otros.

Muchos pensadores, inspirados por un nuevo humanismo (la mayoría de ellos miembros de la Compañía de Jesús), tuvieron la primera visión de unidad, de comprensión y reconocimiento los unos de los otros. Implantando con esto, los cimientos de lo que sería nuestra futura nación. Muchos nombres y obras dieron testimonio de esto, entre los que destaca: Francisco Xavier Clavijero, que en su Historia Antigua de México, hace una magistral exposición de las muchas riquezas que poseen estas tierras americanas.
La identidad nacional, además de incluir valores cívicos y religiosos, con su interminable lista de milagros, vírgenes y santos, incorporaría otros elementos como las fiestas, el baile, la música, los atuendos, las novelas y las crónicas costumbrista. Todos resultaron ser elementos de cohesión entre los mexicanos decimonónicos.

La lucha independentista vendría no solo a darnos libertad como una nueva nación, también vino a abrirle paso al proceso de identidad. Pero cien años después, otra lucha vendría a darle una estructura más firme y reconocible: La Revolución Mexicana.
Algunos especialistas se apoyan en esto, como el Doctor en Historia Ricardo Pérez Montfort:
“Aunque el discurso nacionalista mexicano tuvo algunas expresiones en el siglo XVIII con el llamado ‘patriotismo criollo’, no fue sino hasta finales del siglo XIX cuando se pudo hablar de una reivindicación de ciertos valores considerados como “auténticamente” mexicanos”

Una vez terminada esta cruenta batalla y superados los estragos de la misma, de nuevo algunos estudiosos vieron la necesidad de consolidar la maltrecha identidad mexicana. El mismo Doctor Pérez Montfort nos explica:
Otro momento clave en el boom nacionalista, se dio en la época posrevolucionaria, entre 1920 y 1925, cuando el discurso se ´orientó con el afán de reconocer la validez cultural de las expresiones populares planteadas a partir de una especie de introspección que generó ese momento histórico´, explica el investigador de CIESAS.
Contrario a los fines europeizantes del porfiriato, a partir del ascenso de Álvaro Obregón a la presidencia en 1920  ´se empieza a percibir un cambio renovador en el arte  mexicano´.
Citando a Daniel Cosío Villegas, Pérez Montfort refiere que “se pusieron de moda las canciones y los bailes nacionales, así como todas las artesanías populares. Y no hubo casa en que no apareciera una jícara de OIinalá, una olla de Oaxaca o un quexqueme chiapaneco. En suma, el mexicano había descubierto a su país, y más importante, creía en él

Uno de aquellos mexicanos que realmente se preocuparon por reestructurar y consolidar un mejor y más completo nacionalismo fue José Vasconcelos. En su trabajo de investigación (El nacionalismo mexicano en los tiempos de la globalización y el multiculturalismo) Fernando Vizcaíno Guerra nos expresa lo siguiente:
Vasconcelos fraguaba su obra literaria (la raza cósmica) y, a un tiempo, la obra educativa
de la Revolución y la misión de la raza de bronce, síntesis y exaltación de
Iberoamérica….


Las artes, dadoras de vida e inspiración
Si en el periodo que le antecedió a la independencia; la literatura y la historia, habían servido de inspiración para comenzar esta empresa, no solo de emancipación sino de la búsqueda de la identidad, tacaría esta vez a la pintura tomar la estafeta.
El muralismo; para ser más exactos, tuvo en: Orozco, Siqueiros y Rivera tres brochas de renombre, que le dieron forma y color a ese ideal que solo se había plasmado en las letras.
También otras manifestaciones aportaron grandes exponentes y obras, y así se puede hablar también del “nacionalismo musical”. Este también tuvo sus orígenes en la mezcla de ritmos y sones españoles e indígenas.
Quizá la música mexicana debería agradecer al periodo del porfiriato esa influencia constante que se tuvo de Europa durante estos años. Nuevos ritmos, y estilos inspiraron a muchos músicos.

El director de orquesta: José Pablo Moncayo
Si mencionáramos el nombre de José Pablo Moncayo García, quizá no sería relevante a primera vista. Pero, si unimos a su nombre  el título de la siguiente pieza musical: Huapango de Moncayo, y escuchamos sus primeros acordes, es posible que ubiquemos bien a este gran músico.

José Pablo Moncayo García (Guadalajara, Jal. 29 junio, 1912 – Ciudad de México 16 junio, 1958) es uno de los más importantes y trascendentes representantes del nacionalismo musical mexicano del siglo XX,  hijo de Francisco Moncayo Casillas y Juana García López.
Cursó estudios en el Conservatorio Nacional, trabajando al tiempo como pianista en cafés y para la radio. En el año 1942 gracias a una beca del Instituto Berkshire, pudo realizar estudios con Aaron Copland, compositor y director de orquesta norteamericano. Fueron compañeros suyos: Blas Galindo, Salvador Contreras y Daniel Ayala en el conjunto de música de cámara bautizado como Grupo de los Cuatro.
En 1931 fue percusionista de la Orquesta Sinfónica de la Ciudad de México, a la que dirigió en cinco ocasiones en los años de 1936 a 1947; y fue su subdirector y director artístico de 1945 a 1947. En enero de 1950 dirigió la Orquesta Sinfónica Nacional donde permaneció hasta 1954.
Muchas fueron las obras musicales creadas por él, sin embargo, una fue la que le dio la inmortalidad musical a nivel mundial: Huapango para orquesta. Obra que ha sido considerada  “el segundo himno de México”, debido a su intensidad y a la gama tan compleja de sentimientos capturados, que describen un poco la complejidad de la esencia de México.

Algunos colegas directores de orquesta más jóvenes, se atreven a opinar sobre esta gran pieza musical, con mucho respeto y admiración:

“Huapango es una brillante obra de juventud realizada por Moncayo a la edad de 29 años, su brillo fue tal que opacó al resto de su producción. Cuando se escuchó por primera vez tuvo un éxito inmediato. Meses después de su primera interpretación Carlos Chávez la llevó de gira por Latinoamérica y lo convirtió a finales de siglo XX en el best seller de la música clásica mexicana”, expuso Armando Torres Chibrás.

Enrique Barrios describe al Huapango como una obra de arte y una de las piezas favoritas que el público que no se cansa de escuchar y que las orquestas y directores no se cansan de tocar.

“Su música tiene el toque de lo que hace un genio. Él tomó su lápiz y escribió una pieza musical en unas pocas semanas la cual ha perdurado dentro de los repertorios de las orquestas por décadas, décadas y décadas”.

Por si fuera poco, Moncayo cuenta en su repertorio con una pieza que captura la esencia del pueblo veracruzano, a través de una de sus leyendas más famosas: La Mulata de Córdoba, ópera en un acto.

Si este artículo fue de tu interés y deseas profundizar un poco más en estos temas, te invitamos a que leas o escuches alguno de estos links que te sugerimos a continuación:


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